La autora de ‘El tiempo entre costuras’, el gran ‘best-seller’ de los últimos años, publica nueva novela: ‘La templanza’. Un libro romántico y lleno de aventuras que escribió sumida en la tristeza por la muerte de su hermano y de su madre. Por Virginia Drake/ Fotos: Carlos Carrión

Escritora tardía, María Dueñas publicó su primera novela a los 45 años. Con la tranquilidad que le daba su plaza fija de profesora, ganada en una oposición, en la Universidad de Murcia, esta licenciada en Filología Inglesa nacida en Puertollano (Ciudad Real) nunca imaginó el impacto que causaría aquella historia. Las cifras, a seis años de su lanzamiento, son apabullantes. El tiempo entre costuras lleva vendidos más de tres millones de ejemplares y ha sido traducida a más de 30 idiomas.

Tres años después, Misión olvido, la segunda novela de María Dueñas, superó los 500.000 ejemplares sólo en España, donde la media por libro no alcanza los 3000. Sus lectores llevan tiempo aguardando esta tercera novela, La templanza (Editorial Planeta), que sale a la venta el 17 de marzo, con una tirada inicial de 500.000 ejemplares. Y en tiempos de crisis

XL. Ha dicho.: «Tras una tesis, escribir una novela está chupado».

M.D. Y un compañero se enfadó mucho [risas]. Yo preparé la tesis embarazada y con una niña pequeña en casa; y la leí en el noveno mes de embarazo. Eso te curte. Escribir una novela donde tú diriges, tú mandas, me parece muy fácil y muy gustoso. Esto no quiere decir que no lleve mucho trabajo.

XL. ¿Qué manías de escritora tiene?

M.D. Yo no soy maniática, vengo de familia numerosa [se ríe]. El proceso de escritura esta vez ha sido más complicado porque, durante el mismo, ha muerto mi madre, ha muerto mi hermano… Pero, al final, parece incluso que estas cosas te pueden llegar a estimular de alguna manera.

María Dueñas

XL. ¿Y no se refleja su estado de ánimo en la novela?

M.D. Soy muy fría para estas cuestiones. Cuando trabajo, trabajo; y paro cuando la vida me exige otras cosas.

XL. Sus tres novelas son historias de supervivencia después de perderlo todo, ¿marca de la casa?

M.D. No es algo consciente, surge así. Debo de tener una cosa rarita metida dentro del cerebro [ríe]. La vida nos da golpes a todos. Y nunca sabes de lo que eres capaz hasta que no tienes los perros mordiéndote detrás.

XL. Su vida también dio un giro inesperado a los 45 años…

M.D. Nada que ver. Mi vida es más tranquila que la de mis protagonistas. Yo sigo siendo la misma.

XL. ¡Veamos! Estuvo 20 años de profesora de inglés; pasó a ganar una fortuna; ahora es una mujer conocida y admirada; su agenda está repleta de viajes, presentaciones, eventos

M.D. Me han cambiado muchas cosas, sí; pero no ha sido un cataclismo que me haya hecho otra persona. Me he empeñado en no cambiar. Mis prioridades, mis valores, mi yo todo eso sigue igual. Me levanto por las mañanas, me miro en el mismo espejo que antes y todo sigue en su sitio.

XL. ¿Se viste igual?

M.D. Básicamente visto de la misma manera. Mango, Zara, Camper, vaqueros…no voy ahora de Loewe ni de Prada. ¡Que no! Queréis ver más cosas de las que hay. Me subo a los tacones cuando no tengo más remedio; pero, en cuanto puedo, tiro los tacones y me pongo unas botas planas.

XL. El suyo es un glamour urbano, yo la veo como una especie de ‘Preysler casual’, aunque más ‘prêt-á-porter’…

M.D. ¡Ja, ja, ja! ¡Cómo voy a ser yo una Preysler!

XL. Muy suavita, muy arregladita, muy comedida, muy geisha de modales… y, luego, una mujer brava, independiente, inteligente y con mucha fuerza.

M.D. ¡Qué va, por Dios! Soy mucho menos suave de lo que parece. Soy muy curranta. Me remango y bajo al barro cuando hace falta. Soy una todoterreno. Lo mismo estoy delante del ordenador con mi pinza en el pelo y mis gafitas que tirando de una maleta por los aeropuertos. Soy de pico-pala, pico-pala…

XL. Hay maridos que no llevan bien que sean las mujeres las que llevan el peso económico de la familia, sobre todo si ellos no ganan mucho; ni que estén semanas enteras fuera de casa…

M.D. Nada, nada. Mi marido es un tío estupendo que no tiene ningún problema con esto y que le parece genial que entre y que salga. Pero es que, además, yo no era una maestrita de pueblo haciendo bollitos. Que dejé a mis hijos pequeñitos y me fui un mes a Canadá; y mis hijos me han visto siempre salir de casa con una maleta cuando trabajaba en la Universidad.

XL. ¿Qué edad tienen?

M.D. La mayor, 20 años; y el pequeño, camino de 18. Son muy intensos, dos gatos callejeros [se ríe]. Son buenos niños, muy sensatos y, a la vez, van a lo suyo; cosa que me parece muy bien porque eso nos favorece a todos.

XL. ¿Han leído sus libros?

M.D. Eso se lo tienes que preguntar a ellos.

XL. O sea, no.

M.D. Ja, ja, ja. Son poco lectores, y es una lástima. Y mira que lo hemos intentado. Una tristeza. Pero que no hayan leído mis libros lo interpreto como una resistencia [se ríe]. Y está bien que me resten importancia, que les preocupe más que les vaya a echar la bronca por no haber recogido la habitación que por no haber leído mis novelas.

XL. Manuel, su marido, también es filólogo.

M.D. Sí, él es catedrático de Latín.

XL. Y, en casa, ¿hablan más de libros o de política?

M.D. De política procuro hablar poco. Hablamos de cosas menos sesudas que la política o la lengua. de qué vamos a comer, del dentista de mi hijo Jaime, de la selectividad, de los horarios de vuelta a casa… Cosas del día a día.

XL. Su padre es economista y trabajaba en Puertollano Repsol; y su madre era maestra, profesora de infantil.

M.D. Era una mujer muy echada para delante y siempre trabajó, pese a tener ocho hijos en casa. Yo ahora me arrepiento de haber tenido solo dos hijos, lo que pasa es que tomé esa decisión en una época muy dura.

XL. Hace unos meses cumplió los cincuenta

M.D. Sí, en septiembre, y no he pasado ninguna crisis por ello; no tengo ningún problema en mirarme en el espejo. Como dice Sabina: «Siempre que me confieso me doy la absolución».

XL. ¿No le impone cambiar de década?

M.D. Para mí, la década durísima fue la de los treinta, siempre con la lengua fuera. los niños pequeños, los embarazos, los biberones… Además, yo tenía anemia, ganaba poquísimo, me pasaba el día en la carretera, sin un duro… Aquella época fue un espanto y la recuerdo con angustia. En cambio, a los cuarenta, todo empezó a ir mejor; y ya en los cincuenta pues mejor todavía.

XL. Es que usted va a contrapelo: el país está en crisis y María Dueñas triunfando como nunca

M.D. Es chocante, sí; pero ¿qué le voy a hacer? No me voy a esconder [sonríe].

XL. Murcia es una región muy castigada, ¿tiene parados en su familia?

M.D. No casos muy dramáticos, pero sí personas cercanas con una situación muy complicada. Soy consciente de que la situación es muy dramática para muchos y que estos años son muy tristes para mucha gente. Quiero pensar que las cosas empezarán a cambiar pronto.

XL. Para celebrar el éxito de ventas de ‘El tiempo entre costuras’, organizó un viaje a Nueva York con padres, hijos, hermanos, sobrinos…

M.D. ¡Sííí!, quería celebrarlo con ellos. Aquello fue como el circo Price con tres pistas. mi hermano Pablo, en silla de ruedas; mi madre, recién salida de la quimioterapia en otra silla; una o dos embarazadas [se ríe].

XL. He leído que le preocupa la escasa investigación de enfermedades raras porque es algo que le toca de cerca, ¿a qué se refería?

M.D. Me refería a mi hermano Pablo, tenía esclerosis múltiple progresiva y ha muerto con 42 años. Era un tío estupendo. Mi madre murió con siete meses de diferencia. Estas cosas son las que te ponen en el suelo. Cuando vino el boom de El tiempo entre costuras y empezó a emitirse la serie en Antena 3, yo dormía todas las noches con mi madre en el hospital. Ella estaba muriéndose sin poder ver siquiera el capítulo de Tetuán, donde ella vivió. Luego, me preguntas por el éxito y por los cambios de vida… Lo que de verdad te cambia la vida son estas cosas tan elementales. Yo sé dónde está lo que importa de verdad. Todo lo demás está muy bien, lo agradeces muchísimo, pero no hacen que pierda el norte.

«Han intentado liarme en algún rollo político. Algo muy chungo. Te pones de moda y te conviertes en el florerito que todos quieren tener en la fiesta»

XL. ¿La invitan a participar en eventos varios?

M.D. Me han tirado tejos de muchos sitios, sí; y algunos de lo más variopinto y chocante. De pronto, te pones de moda. Te conviertes en el florerito que todos quieren poner en su fiesta.)

XL. ¿Variopinto y chocante?

M.D. Sí, desde que seas madrina de una promoción de ingenieros agrónomos hasta ir de viaje a África para hacerte la fotito con los niñitos en brazos cosa que yo no voy a hacer nunca o anunciar bolsos. Te piden de todo. También han intentado liarme en algún rollo político. Ha habido intentos feos de manipulación, pero bueno

XL. ¿Quién ha intentado manipularla?

M.D. Fue un caso muy chungo que no viene a cuento.

XL. ¡Claro que viene a cuento! Diga el pecado y calle el pecador.

M.D. Me pidieron que apoyara una candidatura y dije que no. En el cierre del e-mail con el que di la respuesta le decía a la persona en cuestión, por educación, que le deseaba suerte. Al día siguiente, como reclamo, dijeron en un acto de campaña que entre las personas que lo apoyaban y que no habían podido asistir al acto estaba yo y que le deseaba lo mejor.

XL. ¡Vaya! ¿Protestó entonces?

M.D. Llamé para que lo desmintieran porque fue una ‘pirula’ muy fea; pero al final esa candidatura fue un fracaso y yo me alegré mucho [se ríe]. Pero yo como Umbral. ¿no vamos a hablar de mi libro?

XL. Claro que sí. Es la primera vez que el protagonista de una novela suya es masculino, ¿le ha costado meterse en la piel de un hombre?

M.D. ¡No son tan complicados los hombres! Mauro parece que va a comerse el mundo y, al final, cae redondo cuando se enamora. Los hombres son más blanditos de lo que parecen.

«Los hombres pierden el oremus cuando llega una ‘lista’ y les calienta un poquito el… el ‘esto’. ¡Yo me lo sé todo sobre los hombres! Cuántos más años tienes mejor los conoces»

XL. ¿Cree que, si enamoras a un hombre, haces con él lo que te da la gana?

M.D. Más que si lo enamoras, si lo seduces; sí, no tengo duda.

XL. ¿Lo sabe por experiencia?

M.D. No [risas], confieso que yo he seducido a muy pocos. Pero mira la cantidad de políticos, empresarios y hasta jefes de la CIA que pierden el oremus cuando les llega una lista, cuando se les calienta un poquito el… el esto [se ríe]. Lo que yo cuento en el libro es la vida misma. Cuantos más años vas teniendo, mejor conoces a los hombres. ¡Yo me lo sé todo sobre los hombres!

XL. Tiene aspecto de ser usted muy mandona.

M.D. Sí, sí [sonríe]. Yo mando cuando tengo que mandar, pero -aun siendo mandona de natural- cuando me llevan bien agradezco mucho que me manden. ¡Toda la puñetera vida tirando del carro! No hay cosa que me dé más gusto que llegar a un restaurante y que elijan por mí. Quienes eligen bien, claro. Yo no había delegado en mi vida, siempre he tirado de siete carros a la vez. Ahora, es muy gratificante que te den muchas cosas ya hechas.

XL. El éxito ajeno, y encima de principiante, a veces se digiere mal. ¿Qué tal la recibieron las vacas sagradas de la literatura?

M.D. Entre las vacas sagradas no he notado ninguna reticencia. Gente que vende mucho, como Mario Vargas Llosa, Arturo Pérez-Reverte, Carlos Ruiz Zafón o Julia Navarro, por ejemplo, se han portado conmigo maravillosamente. Sin embargo, en los mandos intermedios sí que he visto alguna ceja alzada, pero imagínate lo mucho que me preocupa [se ríe].

XL. Ha dicho que le dan mucha pereza las camarillas pseudointelectuales.

M.D. Lo que pasa es que yo voy a lo mío y también creo que cada cual va a lo suyo. Esta profesión es muy de francotiradores. Yo hago mis cosas y me largo.

XL. Acaba de comprarse una casa en el centro de Madrid, en una de sus plazas más castizas. ¿Acabará jubilándose en ella?

M.D. No, aunque mi padre y mis hermanos viven en este barrio [sonríe]. Me jubilaré cerca del mar. Me gusta el sol, la playa, la buena temperatura, para leer los libros que escriben otros cuando a mí se me seque la imaginación.

Privadísimo

  • Se crio en el poblado para empleados de la refinería de Puertollano, Su padre, economista, trabajaba allí.
  • En la casa había mucha gente y animales, la mitad de las veces se iba a estudiar al cuarto de baño.
  • Un recuerdo inolvidable de infancia: los viajes de verano a Málaga en un Renault 12.
  • De niña devoraba los libros de Enid Blyton. «A veces, mi padre se levantaba para trabajar y yo no había apagado todavía la luz».
  • Dio clases de inglés en la base de Los Alcázares cuando no había mujeres en el Ejército.

Te puede interesar

María Dueñas publica ‘Sira’: «No quiero hacer libros a la carta»

Nuevo XL Semanal
El nuevo XLSemanal

A partir de ahora consulta los nuevos contenidos en la web de tu periódico

Descúbrelos