A mediados de 1860, la monarquía española había entrado en barrena. En plena crisis económica, el pueblo, los políticos y los militares mostraban su descontento ante una Corona que no sabía resolver los problemas que sufría el país. Por José Segovia

Las prácticas dictatoriales del general Narváez y las de su sucesor, el autoritario Luis González Bravo, así como el apoyo de Isabel II a sus políticas ultraconservadoras contribuyeron a incrementar el malestar en la sociedad española.

Cuando Prim y el almirante Topete se sublevaron en Cádiz contra Isabel II, empezó la Revolución de 1868; la Gloriosa

Los progresistas, dirigidos por el general Prim, y los demócratas, partidarios del sufragio universal, habían firmado en 1866 el Pacto de Ostende, por el que se comprometían en coalición a derrocar a la reina. Todo se precipitó el 18 de septiembre de 1868, hace ahora 150 años, cuando el general Juan Prim y el almirante Juan Bautista Topete, al frente de su escuadra, se sublevaron en Cádiz contra la reina, lo que inició la Revolución de 1868, conocida como ‘la Gloriosa‘.

Al día siguiente, tras la llegada de Francisco Serrano y de los generales unionistas desde Canarias, se leyó un manifiesto en el que se justificaba el pronunciamiento y que acababa con un grito: «Viva España con honra». Diez días después tuvo lugar la decisiva batalla de Alcolea (Córdoba), en la que la victoria fue para los sublevados de Serrano.

El 29 de septiembre, la rebelión triunfó en Madrid, lo que obligó a Isabel II a huir a Francia con su hijo: el futuro rey Alfonso XII. En su mensaje a la nación, la reina advirtió que no renunciaba a la integridad de sus derechos. Pero la revolución acabó con su reinado.

El país entró en una etapa denominada el ‘Sexenio Democrático’ (1868-1874), cuyo objetivo era crear un nuevo régimen capaz de modernizar el país. Al inicio, las Cortes rechazaron el concepto de una república y decidieron crear una regencia mientras buscaban a un líder político que liderara España al amparo de la recién aprobada Constitución liberal de 1869.

Prim fue nombrado dirigente del Gobierno en 1869 y el general Serrano se encargó de la regencia hasta que se eligió para el trono al italiano Amadeo I de Saboya (1871-1873). Fue un intento de establecer un régimen democrático en España, el primero monárquico parlamentario durante los dos años de reinado de Saboya, y después republicano, durante la breve Primera República (1873-1874). Sin embargo, ambas fórmulas fracasaron.

Deseo de cambio

El apoyo de la burguesía y de las incipientes clases medias de las ciudades fue decisivo para convertir el pronunciamiento militar de Cádiz en la Revolución Gloriosa de 1868.

Distintos objetivos

La Unión Liberal y el Partido Progresista querían una sociedad burguesa regida por un sistema capitalista, mientras que el Partido Demócrata buscaba una verdadera democracia, asentada en el sufragio universal.

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