A Prim lo mataron asesinos a sueldo, sicarios. El misterio es quién los contrató. Como en las novelas de Agatha Christie, hay muchos sospechosos. Por F. U.

A los republicanos que lucharon en La Gloriosa, la revolución de 1868 que envió a Isabel II al exilio e hizo de Prim presidente, no les gustó nada que apoyara a un nuevo rey. A los industriales catalanes les disgustaban sus reformas arancelarias. Los hacendados cubanos estaban recelosos ante los rumores de venta de la isla a los EE.UU. Tampoco estaban del lado de Prim los carlistas; ni, por supuesto, el duque de Montpensier, que había financiado la revolución con la ambición de ser coronado como Antonio I de Orleans, rey de España, y veía que en el trono se iba a sentar un extranjero. Amadeo de Saboya. La búsqueda de un rey se había convertido en un culebrón.

Tras derrocar a Isabel II de Borbón, los progresistas de Prim proponían para el trono a Fernando de Coburgo, padre del rey portugués Luis I, mientras los unionistas querían a Montpensier. La candidatura portuguesa no avanzó, pero Prim vetó a Montpensier. Se ofreció entonces la corona a dos nobles italianos, el duque de Aosta y el de Génova, pero rechazaron la oferta; este último quizá porque entre las condiciones estaba casarse con una hija de Montpensier. Se siguió negociando, pero las diversas opciones se frustraban. Finalmente Amadeo, duque de Aosta, aceptó la corona. El 26 de noviembre de 1870, Amadeo de Saboya fue elegido rey en las Cortes. El 27 de diciembre salió hacia España. Ese mismo día, Prim era víctima de un atentado.

LOS SOSPECHOSOS

EL DUQUE DE MONTPENSIER. El principal acusado

Fue autor intelectual del crimen. Su frustración es comprensible. Sin su dinero no habría habido revolución. Su hombre de confianza, Solís Campuzano, fue detenido. Pero cuando su hija María de las Mercedes se casó con Alfonso XII desaparecieron del sumario decenas de folios que lo imputaban. ¿Por qué se libró de la cárcel? Cuestión de linaje: era hijo de Luis Felipe de Orleans y de María Amalia de Borbón-Dos Sicilias, y estaba casado con la hermana de Isabel II.

DON JOSÉ PAÚL Y ANGULO. El enemigo declarado

El diputado radical José Paúl y Angulo, señorito jerezano y director de El combate, había sido aliado de Prim en antiguas intrigas, pero el asunto de la monarquía los había enfrentado de manera tajante. Dicen que Paúl y Angulo le dijo a Prim cuando salió del Congreso la tarde del atentado. «A cada uno le llega su san Martín». Paúl y Angulo fue sospechoso desde el primer minuto (incluso hubo quienes aseguraron que se reconoció su voz ordenando fuego contra Prim). Su fuga inmediata al extranjero solo consiguió que aumentasen los recelos contra él.

EL GENERAL SERRANO. El beneficiado

Tampoco se libró de sospechas Francisco Serrano, que había sido aliado de Prim pero que en ese momento era su enemigo. Las sospechas sobre la intervención de Serrano, que podría haber ideado el atentado con Montpensier, se incrementaron cuando presidió el primer gobierno de la monarquía de Amadeo I al mes siguiente y no mostró ningún interés por investigar el crimen. La viuda de Prim creía en su culpabilidad. Prim en sus dos días de convalecencia antes de morir le dijo. «No lo sé; pero no me matan los republicanos».

JOSÉ MARÍA PASTOR ¿El escolta traidor?

El jefe de la escolta de Serrano, José María Pastor, fue otro de los detenidos: tres facinerosos capturados por la Policía, Francisco Ciprés, Pedro Burrundarri y Manuel Iturralde, declararon haberse reunido con él en el Café de Correos y haber recibido diez duros cada uno por participar en el atentado. Pero la lista de sospechosos y detenidos es enorme. Capturaron a los hombres de confianza de Serrano y Montpensier; cayeron presos más de una veintena de hombres, siete de ellos fallecieron en prisión y otra docena murió después de manera misteriosa.

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