En Cerdeña, coger arena, conchas o piedras de la playa se paga con multas de más de 500 euros y hasta con prisión. La Policía medioambiental obliga incluso a sacudirse los pies. No es un caso único. Algo similar pasa en Hawái, la República Dominicana… Y no es una ‘fake new’. Por Marc Goergen

El mundo se está quedando sin arena ¿qué está pasando?

Es una soleada mañana otoñal en la playa de Is Arutas, en Cerdeña. Nada hace sospechar que en cualquier momento pueda cometerse aquí un acto delictivo. Pero Pina Careddu sabe que la situación es engañosa. Esta mujer de 58 años observa atentamente a los turistas desde un quiosco de la playa, escruta cómo juegan con la arena, haciendo que se deslice entre sus dedos… Es precisamente esto último lo que observa con más atención. Ahí está la clave de todo: la arena. O, para ser más precisos, su desaparición.

Esta es una de esas historias que suenan a fake news: en Cerdeña se roba tanta arena que las playas están seriamente amenazadas, hay multas hasta por llevarse solo un puñado, y el infractor puede terminar en la cárcel.

Hay carteles que anuncian multas de hasta 3000 euros por llevarse arena y conchas de la playa de Is Arutas, en la Isla de Cerdeña

Bastan un par de días en Cerdeña para ver hasta qué punto están preocupados en la isla. Alcaldes, científicos, autoridades aeroportuarias. la inquietud es general. Quizá la persona más preocupada sea Pina Careddu, ‘la sheriff de la playa’, como la han bautizado los medios de comunicación locales.

Si te llevas arena o conchas de la playa... a la cárcel

«Yo me veo más bien como una ciudadana alarmada», dice mientras se toma un expreso en el quiosco. Is Arutas es una de las playas más populares de Cerdeña. Aquí la arena tiene una consistencia especial. Está formada por bolitas de cuarzo diminutas. A los turistas les encanta, por eso se la llevan a casa metida en botellas. Por miles. Desde hace años.

«Vengo para asegurarme de que se cumplan nuestras leyes», dice Careddu. Hará ya unos diez años de la primera vez que reprendió a unos turistas que se estaban llevando arena. En aquella época, la situación legal todavía no estaba clara como ahora, el único argumento que podía esgrimir era su fuerza de convicción.

Pero desde 2017 hay en vigor una ley que prohíbe llevarse arena, conchas o piedras de la playa. Da igual la cantidad. Las multas oscilan entre los 500 y los 3000 euros. Si, además, la arena procede de una zona protegida o el volumen sustraído apunta a que se quiere comerciar con ella, el sospechoso puede acabar en la cárcel. El pasado agosto fue interceptada una pareja francesa en la terminal de ferris intentando llevarse 40 kilos en botellas de plástico. Estos turistas podrían enfrentarse a varios años de prisión.

COSTA EN PELIGRO

La idílica isla de Cerdeña cuenta con cientos de kilómetros de playas. Hay pequeñas calas y amplias bahías, hay playas de guijarros y otras de arena fina y de un blanco resplandeciente, algunas incluso de arena rosada, como en la vecina islita de Budelli. Los carabineros no pueden vigilarlas todas. Por eso, Pina Careddu los ayuda. En cuanto ve algo sospechoso, lo graba con su móvil. Luego les suelta un discurso a los turistas sorprendidos con las manos en la masa. «La mayoría lo admite y lo entiende, otros niegan que lo estuvieran haciendo. En ese caso llamo a la Policía. Y puedo demostrar lo que digo gracias al vídeo que he grabado».

¿No es todo esto un poco exagerado? «Claro que no -dice Careddu-. Si cada uno se llevara aunque solo fuera una botellita, antes de que nos diéramos cuenta ya no quedaría nada».

Es indiscutible que la línea de costa de Is Arutas ha cambiado en las últimas décadas. En su oficina, Massimo Marras -director de las zonas naturales protegidas de la región- nos enseña un mapa comparativo. En él se ve la línea de costa de Is Arutas en los años setenta y ahora. La playa es solo la mitad de ancha de lo que era. «El robo de arena tiene consecuencias, no cabe duda -comenta Marras-. Y no contamos con un depósito de arena suficiente en el mar. Si nos quedamos sin arena, se acabó». Al tiempo que dice estas palabras, nos muestra el cuerpo del delito. dos botellas de litro y medio llenas de arena y piedrecitas.

En la playa de la Pelosa está prohibido hasta extender las toallas directamente. «Con cada una de ellas se nos van cien gramos de arena», explica el alcalde

Para poner coto a los robos, Marras ha impreso folletos con la foto de unos guijarros y un llamamiento: «¡Por favor, amigo, no me lleves contigo!».

Más al norte, ya no se conforman con eso. En la playa de la Pelosa, el agua es de color turquesa. Es una playa bonita. y también la mitad de ancha de lo que era. Al menos de eso está convencido Antonio Diana, el alcalde de Stintino, el pueblecito al que pertenece la playa. Y por eso ha tomado medidas. Antonio Diana ha contratado vigilantes para velar por el cumplimiento de las normas. Una de ellas, por supuesto, es la prohibición de llevarse arena. Otra, el ruego de limpiarse los pies de arena antes de salir de la playa. Pero la regla a la que el alcalde concede más importancia es la que prohíbe extender toallas directamente sobre la arena.

ESTERILLA OBLIGATORIA

«Hemos encargado estudios -dice el alcalde- y resulta que con cada toalla se nos van 100 gramos de arena. En verano vienen a la playa hasta 7000 personas al día. Si no hiciéramos nada, la playa acabaría desapareciendo».

Si te llevas arena o conchas de la playa... a la cárcel 1

Además de negras, doradas, y rojas hay playas cuya arena es verde. Del color de la hoja del olivo es la de la playa de Papakolea en Hawái (Estados Unidos). Esa coloración tan chocante se la proporciona el olivino, un mineral que procede de la cristalización del magma del volcán Pu’u Mahana,. Foto: Getty Images

Para impedirlo, los turistas tienen que colocar una esterilla debajo de su toalla, hay cuatro vigilantes encargados de que así lo hagan. La primera infracción se salda con un aviso. Si el infractor no entra en razón, los vigilantes llaman a la Policía. Y eso significa multa: 100 euros. Justo cuando pasamos, vemos a un vigilante reprendiendo a una familia alemana. Es un caso sencillo, no da problemas. El padre dice que no conocía la prohibición y se apresura a comprar unas esterillas a uno de los africanos que se dedican a la venta por la playa, un negocio que va viento en popa gracias a la ley del alcalde Diana.

A muchos turistas les pasa lo mismo que a este padre. Es cierto que hay carteles que avisan de la prohibición, aunque quizá no de una forma tan visible como en Is Arutas, donde están colocados en todos los accesos a la playa.

Los franceses a los que les encontraron 40 kilos de arena en el coche también alegaron que no conocían la norma, pero no parece muy creíble. Desde hace unos años siempre hay a la venta arena de Cerdeña en eBay; sobre todo con la de Is Arutas se pueden sacar unos cuantos euros.

Las playas de la costa de Cerdeña cada vez son más estrechas. La costumbre de llevarse botellitas de arena como recuerdo tiene ya graves consecuencias

La arena se ha convertido en un bien muy preciado. Aunque el sector que más depende de ella, y más la consume, es el de la construcción, su robo por turistas se está convirtiendo en un problema cada vez más preocupante. No solo en Cerdeña, también en la República Dominicana o en Tailandia han prohibido ya llevarse arena. En Hawái, la multa puede llegar a los 90.000 euros. Y cuando el escritor británico Ian McEwan comentó que se había llevado unos cuantos guijarros de Chesil Beach, la playa que da título a una de sus novelas, la gente le dijo que estaba prohibido. McEwan se disculpó y se apresuró a devolverlos.

BOTÍN EN EL AEROPUERTO

Devolver la arena a su sitio. ese es también el objetivo que se han impuesto en Cerdeña, sobre todo en el aeropuerto de Olbia. Cada día pasan por su terminal hasta 30.000 pasajeros. Y es bastante habitual que los empleados de seguridad encuentren dentro de las maletas botellas llenas de arena. La cantidad aprehendida no deja de crecer, ha llegado a sumar diez toneladas.

«Algo teníamos que hacer con ella», dice Ivan Dettori, responsable de cuestiones medioambientales del aeropuerto. Dettori conduce su Fiat de servicio por el aeropuerto hasta un pequeño cobertizo. Allí, nos enseña el botín de las últimas semanas. dos toneladas de arena metida en cientos de botellas, tarros, bolsas o cajitas.

Es una estampa impresionante, pero solo supone una fracción de lo que ha llegado a estar almacenado aquí: diez toneladas de arena. Dettori recoloca un poco las botellas y las bolsas para hacer sitio, pero enseguida nos apremia para salir. Tiene que regresar a la terminal. Allí también lo espera el botín de esta mañana.

PARA SABER MÁS

Campaña de WWF Italia contra el robo de arena de las playas

Si te llevas arena o conchas de la playa... a la cárcel 2

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