Es el nuevo hombre fuerte en Italia. El ministro del Interior y viceprimer ministro, Matteo Salvini, arrasa en los sondeos con sus ataques a la inmigración, su desprecio a Europa, su rechazo a los gitanos…  Por Carlos Manuel Sánchez

La ruina del populismo

«Italia es lo peor de lo peor. Mi apoyo va a cualquier país que sea más serio». Se disputaba el Mundial de Fútbol de 2006 y Matteo Salvini, por entonces locutor de una emisora de radio vinculada a la Liga Norte, un partido independentista, tenía en tan poca estima a su país (y no solo en lo deportivo) que organizó un programa para apoyar a Alemania en su duelo con Italia en semifinales. Ganó la Azzurra en la prórroga, lo que le supuso un disgusto. «Bah… Por lo menos, los alemanes son federalistas», se consoló.

Fue comunista en su juventud, es un antisitema que ha logrado situarse en la cúspide del sistema

Hoy, Matteo Salvini -milanés de 45 años- es el nuevo hombre fuerte de Italia. Ya no grita «¡Roma, ladrona!», una de sus consignas. Ya no considera escoria a los italianos del sur. «Huelen tan mal que hasta los perros salen pitando», cantaba, cerveza en mano, en un vídeo colgado en YouTube. Ya no habla de dividir la nación en dos mitades, con el río Po marcando la frontera. Al norte, la Italia rica. Al sur, la pobre. El nuevo lema del camaleón Salvini es: «¡Los italianos primero!».

El cambio de chaqueta de Salvini tiene a Europa en vilo. No es la primera vez que cambia de discurso. Fue comunista en su juventud antes de convertirse al populismo. Fue un antisistema que ahora está en la cúspide del sistema -ministro de Interior y viceprimer ministro, robándole el protagonismo a su socio de coalición y primer ministro, el recatado Giuseppe Conte-. Fue un europarlamentario que quería acabar con el euro -«¡son billetes de Monopoly!», se burlaba- y, de paso, con la Unión Europea… mientras cobraba un sueldo de Bruselas. En fin, el revolucionario que se dejó barba para parecerse al Che y se enorgullecía de defender al proletariado hoy es el azote de inmigrantes y gitanos.

matteo Salvini

No se corta un pelo Salvini apareció posando de esta guisa para la revista italiana Oggi. Las fotos provocaron un aluvión de memes sarcásticos.  Foto: Massimo Sestini_New Pictures

¿Cómo se explica el ascenso imparable de Salvini?

«Es un excelente comunicador. Sabe escuchar a la gente y dar voz a los problemas del hombre de la calle, con el lenguaje del hombre de la calle», explica Alessandro Franzi, su biógrafo. Salvini era el chico del megáfono cuando empezó en la política, siendo un mozalbete, lanzando pasquines por la ventanilla de un Fiat Panda mientras recorría las calles de Milán gritando eslóganes. Luego fue el speaker de los mítines de la Liga Norte, el telonero que hacía chistes y animaba al personal antes de que hablasen los pesos pesados. «Umberto Bossi (fundador y líder histórico) fue mi mentor -recuerda Salvini- y, si me ponía a divagar, me decía: ‘¡No he entendido una mierda!’». Nada de florituras. Directo y al mentón. De llevar un altavoz a llevar un micrófono hay un paso. Y pusieron al deslenguado Salvini a dirigir Radio Padania, la emisora secesionista. Y así, hablando y escuchando, abriendo los micrófonos a las quejas de los oyentes, fue ajustando su discurso, sintonizándolo con los miedos de la gente. Como diría Groucho Marx, «estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros».

Ya no considera una escoria a los italianos del sur. Admira a Trump y a Putin. Y tiene un bastión: las redes sociales

Salvini nació el 9 de marzo de 1973 en el seno de una familia acomodada. «Mi padre trabajaba en una empresa química fuera de la ciudad. Hacía cien kilómetros para ir al trabajo y cien para volver. Mi madre, que había aprendido alemán; trabajaba en ocasiones como intérprete». Cursó la Primaria en un colegio público. «Yo era muy formal, ordenadísimo. Y no me gustaba mancharme con la tierra». Empollón y redicho, apareció en varios concursos de televisión demostrando su sapiencia. Al instituto llegó siendo un pijillo. Pero entonces se rebeló. Empezó a frecuentar el Leoncavallo, un local de la izquierda radical. Hizo amistades entre los okupas.

«Yo era comunista. Iba por ahí con una chapita del Che y con otra de la bandera del País Vasco, en solidaridad con los independentistas. No conservo ninguna de las dos. Pero siempre he combatido del lado de los desfavorecidos, de los obreros», dice. Leía al filósofo marxista Antonio Gramsci. «Odio a los indiferentes» es una de sus frases favoritas. Pero también le atraía el discurso victimista de la Liga, un partido heterogéneo -regionalista, antiglobalización, euroescéptico…- que en aquella época acogía a cualquiera que fantasease con la independencia de Lombardía, Piamonte y Venecia. Fundó un grupúsculo juvenil comunista dentro de la Liga. La cuadratura del círculo en una formación básicamente ultraderechista. Llegó a la Universidad sin saber muy bien a qué carta quedarse. Trabajó unos meses en una cadena de hamburgueserías, el único oficio que ha tenido fuera de la política. Se matriculó en Historia, pero lo dejó. ¿Para qué estudiar Historia cuando se puede hacer historia? Le quedaban cinco asignaturas cuando entró en el Ayuntamiento de Milán como concejal. Tenía 20 años.

Cada ser humano lleva como puede sus propias contradicciones, pero Salvini exhibe las suyas con desparpajo. «Por mi carácter, estoy acostumbrado a ver las cosas sin claroscuros: el blanco es blanco, el negro es negro», explica. Solo que en su caso, el negro y el blanco, como la moda, van por tempo-radas. Ya no se junta con los neofascistas de Casa Pound. Ni habla de la independencia de Cataluña…

Ha hecho de las redes sociales su bastión, como dan fe sus 2,7 millones de seguidores en Facebook y los más de 26.000 tuits que lleva publicados -Donald Trump, al que admira sin complejos al igual que a Vladimir Putin, va ya por los 38.000-.

Steve Bannon, el que fuera estratega de Trump, dice que Salvini vende «autenticidad». «La gente se ha cansado de la corrección política». Las redes le permiten estar en campaña permanente. Y no se corta un pelo. Apareció en la revista Oggi medio desnudo. Lo que provocó un aluvión de memes sarcásticos. Pero él se siente a gusto en su cuerpo fofisano, aunque lo de ‘sano’ habría que matizarlo, es fumador empedernido y tiene buen saque. ¡Ay! Los ñoquis con mantequilla de su mamma

Se confiesa una persona tradicional

Es contrario al matrimonio entre homosexuales o a que estos puedan adoptar. «Sin embargo, con dos hijos de dos parejas diferentes no puedo considerarme un campeón de la familia clásica. Somos cuatro millones de padres separados en Italia, siempre preocupados por pasar más tiempo con nuestros hijos». Estuvo casado con la periodista Fabrizia Ieluzzi, con quien tuvo a Federico, de 15 años. Se divorciaron y luego mantuvo una relación con su compañera de partido Giulia Martinelli, con quien tuvo a su segunda hija, Mirta, de 6.

Matteo Salvini lide italiano

Matteo Salvini con su actual pareja, la presentadora Elisa Isoardi

Su actual pareja es la presentadora de televisión Elisa Isoardi. Tiene 35 años y fue Miss Italia. Y se ha convertido en la primera dama de facto para sus seguidores en Instagram, donde cuelga fotografías en la que se la ve planchando las camisas de Salvini, regando las plantas o cocinando. «Una mujer, aunque sea conocida, debe dar siempre luz a su hombre. Y la luz, el apoyo, la cercanía, muchas veces se dan estando en la sombra», declaró. Ante las críticas, matizó días después. «Llevo 15 años trabajando en primera línea en televisión. Soy una mujer independiente y realizada. Cuando tu novio está jugando el partido de su vida, es normal ir un paso por detrás de él».

El pasado verano, Isoardi apareció en la portada de la revista Chi besándose con un abogado en Ibiza. Se llegó a decir que era su revancha por otras fotos en las que Salvini aparecía con una guapa modelo marroquí. Por descontado, la pareja aireó su reconciliación -con mutuo arrepentimiento y versos de amor- en las redes.

Matteo Salvini

Hoy el 72 por ciento de los italianos están a favor de su política migratoria xenófoba. Foto Massimo Sestini_New Pictures

No es casualidad que la revista Chi sea propiedad de Silvio Berlusconi, su socio en la alianza de tres partidos que concurrió a las elecciones de marzo. Il Cavaliere siempre subestimó a Salvini, pero tuvo que tragarse que consiguiera mejores resultados que él y darle luz verde para pactar con el Movimiento 5 Estrellas, liderado por Luigi di Maio, el vencedor de los comicios. Lograron un principio de pacto de gobierno. Línea dura contra la inmigración, a propuesta de la Liga, y renta básica universal, promesa de 5 Estrellas. No cuajó y después de 88 días de intrigas todo parecía indicar que se volvería a las urnas. Para entonces, Salvini ya había subido como la espuma en la intención de voto, según los sondeos. Alarmado, Di Maio le ofreció entonces la cartera de Interior. Salvini se lo pensó. Al fin y al cabo, las encuestas daban ya un empate entre la Liga y 5 Estrellas. Tenía mucho que ganar si se repetían las elecciones… Pero prefirió pájaro en mano. Y, de momento, ha acertado.

Salvini ha conseguido acaparar todos los focos

No dejó entrar en puerto italiano al Aquarius, el barco con 629 migrantes que terminó atracando en Valencia. Y la gestión de esa crisis lo ha catapultado. Un sondeo indica que el 72 por ciento de los italianos están de acuerdo con su política migratoria. «Se acabó la buena vida para los inmigrantes. Que empiecen a hacer las maletas», proclama. «No son bienvenidos en Italia, prefiero ayudarlos en sus países de origen», matiza más tarde.

Tras impedir que el barco Aquarius atracara en su país, su partido, la Liga Norte, sube como la espuma

Durante la campaña electoral había prometido expulsar a medio millón. Y enviar a la Marina de Guerra a bloquear las costas de Libia para cerrar el flujo. Es un mensaje que está calando también en Europa. Las puertas se cierran. Y no solo las de Italia. A Angela Merkel, campeona del willkommen, se le ha rebelado su propio ministro de Interior, Horst Seehofer. Y casi le cuesta una crisis de gobierno. Así que tampoco habrá centros de tránsito para los refugiados en suelo alemán, como proponen los presidentes de España y Francia, Pedro Sánchez y Emmanuel Macron. Otra de sus medidas es la de desmantelar los asentamientos gitanos. Y elaborar un censo. Dice que para obligar a que los padres escolaricen a los niños y no los conviertan en delincuentes. «Expulsaremos a los extranjeros. Por desgracia, a los italianos hay que quedárselos», lamentó.

Matteo Salvini y su hijo

Matteo Salvini y su hijo

Siempre se le dio bien agitar fantasmas. Con la particularidad de que Salvini ha ido cambiando de enemigos. Al principio eran los italianos del sur. De hecho, la Liga Norte estaba en coma cuando él tomó las riendas en 2013, acosada por escándalos de corrupción y solo con un 4 por ciento de votantes. Salvini comprendió que si quería resucitarla debía conseguir apoyos en el resto de Italia. Fue a Nápoles a pedir perdón por sus diatribas de antaño. Y en las pasadas elecciones cosechó 140.000 votos en el sur. «Los partidos populistas no se inventan los problemas. La inmigración es un problema real en Italia, la Eurozona y las relaciones entre los estados miembros de la UE también. Los populistas simplifican las respuestas. La narrativa de Salvini es simplista, pero cualquiera puede entenderla», explica el politólogo Daniele Albertazzi. «Es política espectáculo, en la que se necesita un enemigo», subraya la profesora Sara Bentivegna.

La lista de chivos expiatorios ha ido engordando

Algunos son abstractos, como los mercados financieros. Pero Salvini los personaliza, arremetiendo contra el magnate George Soros. Otro ejemplo, la globalización. «La llamada extrema derecha defiende a la clase trabajadora más que la izquierda. ¿De qué? De los ilegales que trabajan en Italia por calderilla. De las olivas tunecinas, de los tomates marroquíes. Son baratos, pero llevan pesticidas prohibidos en Europa». Más enemigos, las farmacéuticas. Salvini despotrica de las vacunas. Dice que su misión es combatir la hipocresía. Y quiere legalizar la prostitución. «No hago juicios morales. En Milán, a las diez de la mañana, se ven tetas y culos frente a las guarderías. Además, que la prostitución cotice traería 4000 millones de euros a las arcas públicas».

Es católico, aunque critica al Papa por sus mensajes de acogida a los refugiados y por aceptar un crucifijo con la forma de la hoz y el martillo del presidente de Bolivia, Evo Morales. «Estoy muy enfadado. Millones de personas han muerto por esa hoz y ese martillo», manifestó.

Roberto Saviano, el autor de Gomorra, dice de Salvini que «es un bufón». El político le ha amenazado con quitarle la escolta y le ha reprochado que «es un antimafia de boquilla». Es más, ha declarado que le gustaría que su paso por Interior se recordara como el del final de la mafia. Y se ha dado un baño en la piscina de la mansión requisada a un capo de la Toscana. Por supuesto, ha publicado la foto del chapuzón en Instagram. «¡Qué gustazo pegarme un baño en esta piscina confiscada a un boss!».

Matteo Salvini ultraderecha Europa

Salvini con otros líderes ultras europeos en Coblenza, Alemania, durante una conferencia conjunta en 2017. De izda. a dcha.: Geert Wilders (Holanda), Frauke Petry (Alemania), Harald Vilimsky (Austria) y Marine Le Pen (Francia).

Es difícil no verlo sonriente, incluso cuando hacía escraches -él los consideraba ‘travesuras’-. Como tirar huevos contra el entonces primer ministro, Massimo D’Alema, una acción que le costó 30 días de prisión. Y no pierde la ocasión de hacer bromas incluso cuando sugiere que se destinen algunos vagones del metro de Milán en exclusiva a ciudadanos italianos y mujeres para defenderse de la «invasión». O cuando dice que el islam «no encaja con nuestra Constitución».

Salvini quiere crear una ‘liga de ligas’ en Europa. Sus relaciones con los ultras de Europa son excelentes

¿Hasta dónde llegará Salvini? La estimación de voto de la Liga Norte supera ya el 31 por ciento. ¿Dirigirá algún día los destinos de una Italia ‘lepenizada’? De las respuestas a estas preguntas depende, en buena medida, el futuro de Europa. Salvini ya habla de crear «una Liga de ligas en Europa que incluya todos los movimientos libres y soberanos que quieran defender sus propias fronteras y el bienestar de sus hijos». Sus relaciones con los líderes ultras europeos son excelentes –Marine Le Pen (Francia), Frauke Petry (Alemania), Geert Wilders (Holanda), Nigel Farage (Reino Unido), Victor Orban (Hungría), Heinz Christian Strache (Austria)…-. Salvini está dispuesto a mostrarles el verdadero camino al poder. ¿Su recomendación? «La prudencia no sale rentable».

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La portada de la discordia

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