El futuro de las pensiones para los jubilados inquieta a los españoles. El último barómetro del CIS coloca las pensiones públicas como una de las grandes preocupaciones de la población española.. Por Carlos Manuel Sánchez

Que miles de jubilados salgan a la calle para reclamar unas pensiones dignas es algo insólito. Una parte de este colectivo de nueve millones de personas sostiene un pulso con el Gobierno. Más allá del regateo a corto plazo que afecta al poder adquisitivo de unos cuantos, es una oportunidad para poner sobre la mesa un debate que afecta a todos: el de la sostenibilidad de nuestro sistema. Y que en España se ha venido posponiendo desde los años noventa, cuando empezó a vislumbrarse que el envejecimiento de la población y la baja tasa de natalidad amenazaban una de las conquistas más preciadas del estado del bienestar. Un debate que sí encararon otros países de nuestro entorno, también afectados por ese invierno demográfico y que amenaza con helar nuestros bolsillos.

¿Qué están haciendo ahí fuera?

Holanda y Dinamarca lideran el índice Mercer como los países con los sistemas más sostenibles. Disfrutan de un colchón de seguridad desde estrategias parecidas. Tres pilares. Una pensión básica que no está ligada al trabajo, sino a la residencia. Planes de empresa obligatorios. Y planes privados muy beneficiosos fiscalmente. Que ambos países, con bastante menos población que el nuestro, superen de largo el billón y medio de euros invertidos en fondos de pensiones, cuando España apenas ronda los cien mil millones, es sintomático.

Alemania y el Reino Unido son, en la práctica, sistemas de dos pilares. En ambos casos, la pensión pública es más pequeña que la española, pero los alemanes tiran del ahorro y los ingleses, de los planes privados. Los españoles, no obstante, tienen su dinero invertido en ladrillo. El porcentaje de jubilados españoles con vivienda propia es veinte veces superior al alemán.

Holanda y Dinamarca  lideran los sistemas mejores y más sostenibles de Europa

Francia y España, por su parte, se la juegan a una sola carta, la del reparto en un sistema público; pero en Francia se desdobla con planes profesionales específicos, algunos muy generosos. El sistema español se parece cada vez más a un esquema de Ponzi. Una pirámide que necesita una base amplia de cotizantes para no venirse abajo. tres por cada pensionista para que salgan las cuentas. Ahora, la proporción es dos a uno. Y como la pirámide poblacional se ha invertido, la ratio seguirá bajando…

Por desgracia, tanta inquietud está dando pie a un fenómeno peligroso: el de la ruptura de la solidaridad entre las generaciones. No solo en España, también en Francia y el Reino Unido. Se dice que los jubilados han capeado mejor la crisis que los trabajadores en activo y mucho mejor que los jóvenes. Pero se olvida que muchas veces fue la pensión del abuelo la que sostuvo a la familia en los peores años. Esa solidaridad intergeneracional es esencial para la convivencia en Europa. Si se pierde, perdemos todos.

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