Nací en Valencia hace 41 años. Soy periodista. Copresento el programa de Ana Rosa Quintana. Publico mi tercera novela, ‘Una tienda en París’ (Ediciones Martínez Roca). Por Julián Díez

XLSemanal. Dado que presenta Una tienda en París, véndanos el género

Máxim Huerta. Esta novela toca temas fetiche que tengo en la cabeza desde hace años. El ambiente del París canalla de los años 20, el de Montparnasse, el de la prostitución, las drogas, la vida en la calle Entonces, el Café du Dôme era el centro del universo y quienes iban allí eran conscientes de que estaban cambiando el mundo. Mi protagonista, una mujer actual, se cuela en esa realidad fascinante, que se le aparece cuando está pensando en cambiar de vida.

XL. Incluso ha dicho que le gustaría retirarse a medio plazo a vivir a París.

M.H. Es más que una ciudad; es un estado de ánimo. Cuando estudiaba Periodismo, mi gran sueño era ser corresponsal en París. El libro incide en cambiar de vida radicalmente, y no hay mejor lugar para hacerlo que allí.

XL. De nuevo, una protagonista femenina. ¿Criterio comercial quizá?

M.H. Las mujeres son las que gestionan la literatura en el hogar. En mi casa, lo hacía mi madre. Tal vez sí tengo alma femenina a la hora de escribir. Son mejores personajes: saben guardar más los secretos y manifiestan más sus emociones.

XL. Su primera novela se recibió como una curiosidad; la segunda resultó un éxito. Esta va a ser tomada desde el primer día en serio

M.H. Por un lado, la he afrontado más tranquilo, sin querer epatar, pero ahora espero a que se publique con más nervios por las expectativas creadas.

XL. ¿En qué se diferencia el Máxim escritor del presentador?

M.H. En la televisión soy un medio para lo que quieren transmitir los demás. En lo que escribo soy mucho más yo, hablo de lo que me interesa de verdad.

XL. ¿La relación con Ana Rosa, la jefa, es tan buena como parece?

M.H. Es que no veo a Ana Rosa como jefa. No se comporta como tal. Está ahí sin alterarse, como una especie de olivo con solera Tanto que, a veces, de verla tan tranquila, ¡me pongo yo nervioso!

XL. Se ha definido como solitario. ¿No choca eso con su visibilidad en las redes sociales?

M.H. Es que Twitter me fascina. Tengo 122.000 seguidores y es mi única adicción, con el gin-tonic de media tarde. Admito que he sido exhibicionista, poniendo muchas cosas de mi vida personal, pero lo veo como un juego. El contacto con la gente de Twitter me anima cotidianamente.

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