Instagram ha logrado hacer de la exhibición de lo cotidiano un arte. Te contamos cómo surgió esta ‘app’ que ya ha hecho historia y fascina a las ‘celebrities’. Por Daniel Méndez y C. Olalla

San Francisco, California. Pocos minutos después de la medianoche del 6 de octubre de 2010. Kevin Systrom y Mike Krieger, dos chavales de 24 y 26 años, están exultantes. Acaban de subir a iTunes, la tienda de aplicaciones de Apple, la app en la que llevan algún tiempo trabajando. La han bautizado como Instagram. Una perfecta desconocida que lograría en sus primeras horas on-line más de diez mil descargas (y cuatro millones en sus primeros meses de vida). «Me sentía como si fuera el mejor día de mi vida», diría Kevin Systrom rememorando aquel día de otoño. La avalancha les hizo plantearse si no estarían cometiendo algún error en el cómputo.

Sin embargo, estaban por llegar días incluso mejores: un par de años después los vimos en una foto colgada en Instagram, todo sea dicho celebrando por todo lo alto en un célebre local de Las Vegas la venta de su compañía a Facebook por mil millones de dólares.

Las fotos se ven y se comparten desde el móvil -un terreno que se le resiste a Facebook, líder indiscutible, pero que corre ya el riesgo de quedarse viejo si no espabila-. El éxito de Instagram, como el propio Systrom ha destacado alguna vez, coincidió -y no por casualidad- con el ‘pelotazo’ del iPhone 4 y su excelente cámara fotográfica. Restringida inicialmente a los dispositivos de Apple, Instagram está disponible también para Android desde abril de 2012: en diez días logró diez millones de nuevos usuarios. El elevado precio que Zuckerberg pagó por una start up de corta andadura que no genera beneficios, ya que ofrece un producto de descarga gratuita y sin publicidad, llevó a hablar de una nueva burbuja tecnológica. Otros, más comprensivos, explican que Facebook consigue un doble objetivo: afianza su apuesta por el smartphone y evita que las rivales –Twitter o Google- se hagan con tan goloso pastel.

Systrom y Krieger salen de la Universidad de Stanford, cuna de tantas start ups de Silicon Valley. Su aplicación es también un hito en la evolución de las redes sociales y, por qué no, en la historia de la fotografía. Hay un antes y un después de Instagram. Con esta app, el retoque artístico se democratiza y los resultados se pueden compartir de inmediato a través de Facebook, Twitter o Flickr.

Cada día se suben más de cien millones de fotos a esta app cuyo nombre rinde homenaje a cámaras como la Kodak Instamatic. El característico look que los filtros de Instagram confieren a las imágenes, así como su formato cuadrado, imita a aquellas viejas Instamatic y a las célebres Polaroid. Sin necesidad de grandes conocimientos técnicos, con solo aplicar un desenfoque por aquí, un filtro o un marco por allá, la foto parece sacada del baúl de los recuerdos.

Muchos de los usuarios llegan a entablar una relación emocional con la propia aplicación y su entorno. «Nuestro objetivo -dice Systrom- es ser más que una simple aplicación para compartir fotos; es ser un medio donde compartir tu vida sobre la marcha». Y lo han conseguido. Los usuarios cuelgan momentos íntimos y creaciones artísticas para el deleite de sus amigos o sus seguidores, que puede ser su pareja, un familiar o un perfecto desconocido a miles de kilómetros a quien simplemente le interesan las fotos que comparte el otro. Unos mantienen el círculo restringido a decenas de seguidores; otros acumulan cientos de miles.

Rihanna instagram

Y sus seguidores se toman muy en serio cuanto ocurre en la red. Muchos protestaron ante la venta a Facebook. Por más que el gigante asegurara que la compañía de Systrom y Krieger conservaría su carácter independiente, muchos desconfiaron. Protestaron en la red, amenazaron con irse, pero la mayoría se quedó. En diciembre del año 2012, la ira se despertó de nuevo ante un cambio en la política de privacidad. Instagram parecía adjudicarse el derecho a comercializar las fotos de sus usuarios. Consiguieron que la compañía reculara y eliminara los párrafos más polémicos.

Con todo, Instagram está más viva que nunca. Un ejemplo de ello es el auge de Instagramers. Nació como un blog en enero de 2011, cuando Instagram solo tenía dos meses de vida. Su creador, Phil González, empezó dando consejos sobre cómo sacarle más partido, y poco después se dio cuenta de que la gente quiere saber quién está detrás de la foto. Empezó a organizar encuentros, concursos, exposiciones… Hoy muchos grupos en todo el mundo, que se reúnen con frecuencia.

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