El que fuera representante de Tom Cruise, Michael Ovitz, desvela en sus memorias la ambición del actor por convertirse en una superestrella. Por J.A.

Tom Cruise vino a hablar con nosotros por recomendación del productor de un melodrama de bajo presupuesto titulado Taps. Por entonces tenía 18 años. Durante la reunión se mostró cortés, no cesaba de responder ‘sí, señor’ y ‘no, señor’. No era uno de esos jóvenes guapitos que prueban suerte en el cine. Estaba empeñado en convertirse en una superestrella. ‘Lo que quiero es que me ayuden a conseguirlo’, dijo.

Mi respuesta: ‘Vas a tener que confiar en nosotros por completo, y no todo el mundo está dispuesto a hacerlo’. Asintió con la cabeza y dijo. ‘Sí, señor’.

Anotamos en un papel los nombres de los directores y actores con los que pensábamos que sería conveniente que trabajara: Tony y Ridley Scott, Roger Donaldson, Barry Levinson, Marty Scorsese, Oliver Stone, Rob Reiner, Stanley Kubrick, Paul Newman, Dustin Hoffman y Robert de Niro. A continuación le prometimos que acabaría por trabajar con todos y cada uno de ellos. Terminamos por cumplir lo prometido, excepto en el caso de De Niro. Cada vez que tachaba un nombre del listado, nos llamaba para darnos las gracias».

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