Tras pasar tres años en Estados Unidos, Miguel Ángel Silvestre vuelve a España en la piel de Pablo Ibar, el español condenado a cadena perpetua tras pasar por el corredor de la muerte en Florida. Su nueva serie nos deja espacio para hablar de sus anteriores personajes, de justicia, y, sí, también de novias. Por Raquel Peláez/ Fotografía: Mario Sierra/ Estilismo: José Herrera

Sesión de fotos con Miguel Ángel Silvestre (ver galería)

Cuando entra en el estudio para la sesión de fotos, Miguel Ángel Silvestre abraza a todo el mundo. Su voz ronca, sus palabras amables y su enorme sonrisa se ponen de acuerdo para conseguir que cada miembro del equipo tenga su dosis de cariño. El Duque, el tipo duro de Sin tetas no hay paraíso, el amante pasajero de Almodóvar, el galán de Velvet, el mexicano homosexual de Sense8… Todos se reconocen en ese rostro, pero el último que se ha colado en su piel se ha hecho tan fuerte que, de momento, no hay abrazo que lo saque. En su nueva serie, En el corredor de la muerte, el actor da vida a Pablo Ibar, el español que, durante 16 años, estuvo a un paso de ser ejecutado en Florida. Basada en el libro del periodista Nacho Carretero, la serie llega a Movistar+ el 13 de septiembre.

XLSemanal. El último juicio lo pilló en pleno rodaje de la historia de Pablo Ibar.

Miguel Ángel Silvestre. Sí, cuando lo condenaron a cadena perpetua. Fue un golpe muy duro. Estábamos haciendo una parada cuando nos enteramos del veredicto. Cancelamos el ensayo.

«El juicio de Pablo Ibar está lleno de injusticias. Nunca encontraron su ADN en la escena del crimen»

XL. ¿Realmente tenía la esperanza de que lo absolvieran?

M.Á.S. Es que creo firmemente en su inocencia. Lo juzgan porque le encuentran parecido con la imagen desenfocada que se grabó del asesino, pero solo tienen en común el corte de pelo y el bigote, un look que era muy común en la época. Por lo demás, el juicio está lleno de incongruencias y de injusticias.

XL. ¿De qué tipo?

M.Á.S. Después de hacer ocho pruebas, no han encontrado su ADN en el lugar del crimen. Hay huellas dactilares, una camiseta empapada de sudor… Descubrieron el ADN de las tres víctimas y de otras dos personas, los asesinos, pero no el suyo. Y, aun así, lo más increíble para mí fue cuando Nacho Carretero -el autor del libro- me enseñó la imagen de espaldas del asesino que le envió la forense facial y la comparamos con la de Pablo. Tienen las orejas completamente diferentes.

XL. Uno de los episodios empieza con las palabras de Donald Trump: «No os preocupéis, tendréis el muro». Su llegada lo pilló viviendo en Estados Unidos.

M.Á.S. Me cogió de sorpresa. La violencia siempre me ha dado mucho miedo y aquellas declaraciones me asustaron porque tuve la sensación de que el mundo estaba en peligro. Cuando se celebraron las elecciones, yo iba a coger un vuelo a México y todos íbamos siguiendo la noticia en el móvil. Recuerdo el silencio y la desazón que se produjo cuando vimos los resultados.

Miguel Ángel Silvestre: "El Duque ya no me parece tan guay" 1

 

XL. Usted, que venía de interpretar a un mexicano homosexual en Sense8, una serie sobre minorías, racismo…

M.Á.S. Fue muy impactante porque, efectivamente, acababa de rodar con las hermanas Wachowski, las directoras de esa serie, que son personas que hablan de diversidad, de aceptación, de la unión de la especie que da paso a la evolución. También venía de trabajar con Pedro Almodóvar. Y de repente te das un golpe con una realidad que pensabas que ya no existía, que eso pasaba hace 25 años.

XL. ¿Notó algún cambio en el trato hacia usted?

M.Á.S. No, además creo que ser español en el mundo es un privilegio porque España ha tenido grandes representantes que la han colocado en un lugar muy sofisticado.

XL. Ahora que ha vuelto a vivir en España, ¿cómo ve la situación?

M.Á.S. Muy global. Cuando estoy fuera, siempre les digo a mis compañeros. si vais a España, vais a flipar porque hay cosas que ya están conquistadas desde hace años. Por ejemplo, cuando empezó a cobrar importancia el movimiento feminista, yo siempre les comentaba. en mi país, las mujeres llevan pisando fuerte y manejando el cotarro desde hace años. Luego es verdad que hay parcelas en las que dirías «aquí no tanto», como que sigue habiendo mucha violencia de género.

XL. ¿Y en el terreno LGTBI+?

M.Á.S. Igual. Durante la celebración del Orgullo Gay en Madrid veía a los padres con los niños y me emocionaba. Mi tía es lesbiana y yo tengo la suerte de que mis padres nos dieran a mi hermana y a mí una buena educación en ese sentido porque nos hablaban de ella como una heroína. Siempre ha sido muy fuerte y muy portavoz de su identidad. Me hablaba del amor y del deseo como una fuerza de la naturaleza incuestionable, como puede ser la lluvia o una corriente del mar.

«Aprendí que nunca te zafas de los paparazis. Es mejor ir a conocerlos y que te conozcan a ti»

XL. Otra corriente que siempre lo arrastra cuando vuelve a España es la ristra de novias que le saca la prensa rosa. ¿Cómo lleva el último noviazgo que le adjudican?

M.Á.S. Lo vivo de una manera muy neutra porque hay veces que es verdad, pero otras no. A veces leo noticias que hacen que me tire las manos a la cabeza y me gustaría desmentirlas, pero mi representante siempre me aconseja no darle bombo. No me molestan los paparazis ni los medios de comunicación. Al revés, considero que los medios han hecho algo positivo para que yo tenga trabajo.

XL. Pero hubo un tiempo en que lo llevó fatal…

M.Á.S. Sí, cuando estaba en pleno subidón de la serie Sin tetas… Ahí me ayudó mucho la que era mi novia, la actriz Belén López. Mucha gente me decía que si estuviera en mi lugar no podría soportarlo, pero ella lo convertía todo en cariño y me repetía: «Venga, gordi, por favor, pero si esto no es nada, disfruta».

XL. ¿Superados ya entonces todos los fantasmas de aquella época?

M.Á.S. Sí, sí. Y vivo muy feliz. Belén siempre me decía que me pusiera en el lugar del otro cuando no podíamos salir de algún sitio por la cantidad de gente que había en la puerta. Al final comprendí que no podía quejarme de algo que formaba parte de mi sueño y, cuando me piden una foto, lo veo como un estímulo positivo. O cuando veo a un paparazi.

XL. ¿Y ahora qué le pide el cuerpo? ¿Abrazarlos?

M.Á.S. No [se ríe], pero sí ir a conocerlos. Aprendí que nunca te zafas de un paparazi y que no hay que huir en el coche, que no soy Fernando Alonso. Belén me decía: «Vamos a conocerle y que él te conozca a ti». Y eso lo cambiaba todo.

«No querría a alguien como yo para mi sobrina. Me gustaría que encontrara a alguien sencillo»

XL. Decía usted que temía no estar a la altura de su personaje, el Duque. No es por nada, pero estamos hablando de un narcotraficante, carente de moral, relacionado con la prostitución…

M.Á.S. Ya, ya, si yo no sería amigo de ese tío, pero ni ahora ni antes [se ríe]. Me refería más bien a su capacidad de seducción. La gente sentía adoración por él. Ahora, ya no me parece tan guay. Siempre pensaba que yo era lo opuesto al personaje y que a la gente le gustaba él. Por eso estaba tan rígido en las entrevistas, porque creía que se me iba a escapar cómo soy yo en realidad y que iba a ser muy poco apetecible.

XL. ¿Querría a alguien así como pareja para algún hijo?

M.Á.S. No. Nunca. Como mucho una noche loca de pasión [se ríe]. De momento solo tengo sobrinos y para ellos yo querría a alguien sin heridas, sencillo, conectado con la naturaleza, nada retorcido. No querría a alguien como yo para mi sobrina [se ríe].

XL. ¿Pero eso le deja a usted en muy mal lugar…

M.Á.S. Es solo que me gustaría que encontraran a alguien mucho más sencillo que yo. Para mi sobrina quiero un jardinero que tenga más tiempo y menos estrés. O una jardinera, que también se puede enamorar de una chica.

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