Oslo se ha convertido en uno de los destinos más fascinantes del invierno. Gastronomía exquisita, arquitectura de vanguardia y luces navideñas en un impresionante entorno natural. ¿Quién da más? Por Ixone Díaz Landaluce / Fotos: Cordon Press

La llamaban Tigerstaden, la ‘ciudad del tigre’. El apodo se lo puso el poeta noruego Bjørnstjerne Bjørnson en 1870. Oslo era entonces una ciudad pequeña, pero peligrosa y algo salvaje, pese a estar enclavada en un privilegiado entorno natural.

El año que viene será la capital verde europea. Un título que se ha ganado a pulso

Asomada a un fiordo y rodeada de bosques, durante décadas Oslo vivió de espaldas al mar, entre autopistas, astilleros y fábricas que bloqueaban un escenario de postal de colinas verdes y un mar sembrado de pequeñas islas. Pero, en el año 2000, Oslo se hizo una promesa a sí misma: reconquistar su entorno, apostar por la cultura y la arquitectura de vanguardia y dejar de ser la ‘ciudad del tigre’ para convertirse, por fin, en la ‘ciudad del fiordo’. Y no se tomaron el plan a la ligera. En la última década, la capital de Noruega se ha transformado hasta convertirse en una de las ciudades europeas más atractivas.

Aunque su inhóspito clima es legendario, en Navidad las luces encendidas las 24 horas sirven para alargar la luz del sol. Una visita a alguno de sus famosos mercadillos, como el de Jul i Vinterland, garantiza una inmersión total en la tradición festiva de Noruega. Por todo eso, este año Lonely Planet la incluía entre los destinos más interesantes que visitar.

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Un edificio de 1908 acoge el Mathallen Food Hall, con tiendas y restaurantes

Con una historia de más de mil años a sus espaldas, Oslo empezó a ser la ciudad que ahora conocemos en 1905, al mismo tiempo que Noruega conquistaba su independencia. De hecho, no recuperó su nombre original hasta 1925. Hasta entonces había sido Kristiania, una pequeña ciudad de provincias bajo escudo danés.

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Convertida en la capital de un nuevo Estado, todo cambió en 1969. Aquel año se descubrió que el mar del Norte escondía una inmensa cantidad de petróleo que convirtió Noruega, un humilde país de pescadores, en uno de los más ricos del mundo. Pero los noruegos (y sus gobiernos) supieron tomarse la prosperidad con cautela, sin perder la cabeza con proyectos urbanísticos megalomaniacos. Quizá por esa austeridad nórdica autoimpuesta, a aquella pequeña ciudad le costó tanto cambiar el chip hasta convertirse en la capital europea que es hoy.

Un edificio de vanguardia resucitó la ciudad

A menudo eclipsada por otras ciudades escandinavas como Estocolmo o Copenhague, Oslo por fin ha dejado de ser una ciudad portuaria para reivindicar sus atractivos. Todo empezó hace diez años, con la inauguración de su emblemática y vanguardista Opera House, obra del estudio de arquitectura Snøhetta. El edificio de mármol y cristal tuvo en la ciudad un efecto parecido al del Museo Guggenheim en Bilbao. revitalizó la zona portuaria industrial, en la que desde entonces han florecido nuevos barrios con vistas al mar. Pero el de la ópera no es el único edificio emblemático del nuevo Oslo.

El Museo Astrup Fearnley de arte contemporáneo, diseñado por el renombrado arquitecto Renzo Piano, o los edificios de viviendas y oficinas que conforman el Barcode, un vanguardista skyline que se asoma al mar, han convertido el antaño barrio obrero de Bjørvika en una exposición permanente de la mejor arquitectura. Tampoco falta el pertinente barrio joven, vibrante y hipster. Plagado de restaurantes, cafés y tiendas con encanto, Grünerløkka es el epicentro de la vida social. Y a orillas del río Akerselva, la antigua zona industrial de Vulcan también ha sido recuperada para la causa turística y cultural. En 2012 se inauguró allí el mercado gastronómico Mathallen, convertido en una de las grandes atracciones de la capital noruega.

KM9J72 OSLO, January 2015. Snow fall in Vigeland sculpture park or Vigelandpark in Oslo, Norway. Vigeland is located in the Frognerpark in Oslo.

Este parque recoge 212 esculturas de Gustav Vigeland, con figuras que representan diferentes estados de ánimo

Y esto solo es el inicio. Junto a la Opera House ya se está levantando el ambicioso Museo Nacional y en 2020 se inaugurará el nuevo Museo Munch, obra del arquitecto español Juan Herreros. Pero la transformación de la ciudad no tiene que ver, únicamente, con su efectista arquitectura de vanguardia. Oslo también está en plena efervescencia cultural, con instalaciones temporales como SALT o espacios como Kulturhuset, donde la música y el arte contemporáneo (pero también los cócteles y las birras artesanas) son los protagonistas. Además, Maaemo -el primer restaurante tres estrellas Michelin de Noruega y un templo de la gastronomía nórdica- ya no está tan solo como antes. En los últimos años, los pequeños bistrós y los restaurantes de diseño han florecido hasta convertir la ciudad en un interesante destino para foodies y amantes de la coctelería.

El Museo Munch, obra del arquitecto español Juan Herreros, se inaugurará en 2020

Por eso, no es extraño que Oslo sea también la ciudad europea que más crece. Solo en la última década, su población ha aumentado un 22 por ciento y se espera que en 2040 llegue a los 800.000 habitantes (ahora son solo 600.000). También es una de las urbes más cosmopolitas del continente: el 30 por ciento de sus vecinos son extranjeros. Pero no todo el paisaje social es idílico, claro. Con el boom urbanístico, los precios de la vivienda se han disparado.

La primera ciudad con autobuses de emisión cero

El año que viene Oslo será, además, Capital Verde europea. No es un título concedido a la ligera. La capital de Noruega se lo ha ganado a pulso. a finales de 2019, todo el centro de la ciudad estará cerrado al tráfico. Y eso incluye también a los vehículos eléctricos, un auténtico ejército en el país escandinavo. Además, el tranvía y el metro (con el que se puede llegar a las estaciones de esquí más cercanas) circulan ya con energías renovables y se espera que Oslo sea la primera ciudad del mundo con un transporte público de emisiones cero. Gracias a su renovada arquitectura, su excitante vida cultural y su compromiso con el medioambiente, sus habitantes lo tienen claro. el 99 por ciento está satisfecho con su ciudad. Solo ese pequeño milagro justifica el billete de avión.

Para dormir y comer

The Thief

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Asomado al mar y rodeado de edificios futuristas y de galerías de arte, este hotel es uno de los más lujosos y vanguardistas de toda Escandinavia. De hecho, el comisario responsable de su colección de arte es el antiguo director del Museo Nacional de Noruega.

Scandic Vulcan

Junto al río Akerselva, este edificio de diseño bioclimático que emplea placas solares y energía geotérmica es el primer hotel noruego en lograr la calificación energética A.

First Hotel Grims Grenka

Situado en pleno centro histórico de la ciudad, este pequeño hotel boutique está a un paso de la fortaleza de Akershus. En verano, el bar de su azotea es uno de los más populares de Oslo.

Bass Oslo

En solo un año, este local de decoración minimalista en el barrio de Grünerløkka se ha convertido en el restaurante de moda. Su menú está pensado para compartir y picar.

Vippa

Este enorme almacén en el puerto de la ciudad es el epicentro hipster de Oslo, con sus food trucks, sus DJ, su música en directo y sus modernos parroquianos.

Kolonialen

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Hasta hace poco era una tienda de alimentación de barrio. Ahora sirven desayuno, comida y cena y están especializados en cocina de temporada. También son famosos por sus ostras.

Kulturhuset

Este espacio cultural que organiza conciertos, charlas y exposiciones tiene una cafetería, un bar especializado en cervezas, un patio exterior, una librería y hasta una sala de juegos.

Fuglen

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De día, este local sirve uno de los mejores expresos de la ciudad y, de noche, magníficos cócteles.

Brutus

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Arte moderno para decorar este bar de ambiente muy joven, que cuenta con mesas individuales y otras compartidas.

No te pierdas…

  • Un proyecto de arte nómada.
    Con vistas a la Opera House, Salt es un ‘proyecto de arte nómada’ que combina gastronomía, arquitectura, arte y música. Además de un acogedor café y una sala de conciertos, dispone de una sauna con capacidad para 120 personas. Estará abierto hasta finales de año.
  • Los amantes de los museos están de suerte. Además del Museo de Historia Cultural, hay uno dedicado a los barcos vikingos, otro (el Holmenkollen) repasa la historia del esquí y el Fram Museum alberga un barco de madera que surcó el mar entre 1893 y 1912.
  • Para dar un paseo agradable, el parque de esculturas Frogner Park acoge más de 200 obras del artista noruego Gustav Vigeland. La entrada es gratuita. Y, desde 2013, el parque Ekebergparken exhibe piezas de Renoir y Rodin al aire libre.
  • La fortaleza Akershus, construida en 1299, es el mejor lugar para conocer la historia medieval de Oslo. El castillo ofrece visitas guiadas.
  • Las islas del fiordo de Oslo se pueden visitar gracias al sistema público de ferry.

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