La noticia del verano

Artículos de ocasión

Este pasado verano nos regaló una de esas noticias que dejan huella. En general hay sucesos que tienen la fortuna de tocar la sensibilidad de los ciudadanos. Martilleados por una cascada de información constante, son raras las novedades que llegan para quedarse y no para olvidarse casi de inmediato una vez consumidas. Así de terrible es la información hoy en día, un objeto de consumo más, que hace su viaje por el aparato digestivo de la sociedad. Pero la noticia de la que hablo seguro que la recuerdan. Unos viajeros británicos que festejaban la despedida de soltero de uno de ellos, pagaron 90 euros a un sin techo polaco en estado de embriaguez para que se dejara tatuar en la frente el nombre y la dirección de la futura esposa. Estaban en Mallorca, así que lo lograron. Pese a la indignación general que produjo la noticia al día siguiente, no hemos tenido mayor información sobre lo que sucedió después. No sabemos si a la víctima le han conseguido borrar el tatuaje, si le han indemnizado, si los culpables pagarán algún tipo de multa. Y más grave aún, no sabemos si la joven se casó con su pretendiente. Se me ocurren mil razones para la sabia decisión de cancelar una boda, pero este suceso es una ocasión perfecta para mandarle a freír espárragos.

De hecho, habría que comenzar por el principio. Las despedidas de soltero y soltera son un festejo sin demasiado sentido. Para empezar, veo a la gente tan feliz en ese festejo que se transparenta, con claridad, lo muchísimo que temen al matrimonio. Se pegan tal pasote con amigas y amigos que lo que desvelan es el pavor al futuro, cuando ya viviendo en pareja se visualizan condenados a mirar la tele los lunes por la noche en el sofá de casa mientras sorben una sopa de sobre. Si tan horrible es el matrimonio que merece festejar la despedida de soltero con un desmadre, lo mejor sería suprimir el matrimonio de sus vidas. Pero llegados al punto en el que el amor y la felicidad no dejan a una persona ni tan siquiera entender a sus instintos, allá que va creciendo la demanda de diversión para el día de la despedida. Y claro, para los turistas de cutre pelaje, España sigue siendo el mejor destino del mundo. No hay rincón en el mundo donde haya alcohol más barato, vuelos tan frecuentes, impunidad festiva, balcones altos para suicidarse en el pasote, promesa de sexo tirado de precio y buen clima.

Aunque mucha gente se indignó con los británicos, que en apariencia van a sufrir mucho el Brexit si finalmente tienen que seguir emborrachándose solos en casa y se les exige el pasaporte para viajar, el mayor culpable de todos en esta anécdota es el profesional del tatuaje que se prestó a tan inhumana acción. Desvela que en el deseo por ganar dinero no hay límites para los anfitriones de tanto descerebrado. Quizá eso define a España, una potencia mundial en esto de abrir los brazos a cambio de cuatro duros. El tatuador ejecutó su engendro en la frente del borracho sin techo y todos a casa. Fue gracias a las redes sociales, verdadero confesionario contemporáneo, cuando nos enteramos de lo felices que estaban los perpetradores del acto con su bromazo. Y en el síncope habitual que sufren nuestras sensibilidades, comenzó el rosario de indignaciones.

No me quiero imaginar lo que habría pasado si los británicos deciden llevar a la víctima a un soldador y pedirle que le anille las manos a los pies o si le conducen a un carnicero al que le piden que le corte las dos orejas. Me cuesta entender que un profesional pueda ejecutar su labor, cobrar por ella, cuando es evidente que perpetra una maldad antológica. Además, salvo que nuestra información haya llegado incompleta, el tatuador no estaba borracho ni tampoco estaba invitado a la boda. Así que hay que entender ese tatuado como una expresión perfecta de la actitud española frente a estos desmanes. Más o menos se describe así: «Oye, tú coge la pasta y no te metas donde no te llaman». La oportunidad de negocio nos va a destruir. Seguro que en la vida hay algún dinero que uno debe rechazar. Por principios.

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