Borrar
MI HERMOSA LAVANDERÍA

No puede ser

Isabel Coixet

Martes, 05 de Febrero 2019

Tiempo de lectura: 2 min

No. No puede ser. Y es. Cada fracción de nanosegundo pasa algo en el mundo que nos hace poner cara de estupor, de «no es posible», de «no puede ser». Porque la estupidez es lo más contagioso que hay, después de las ladillas y el resfriado común. Pero no quiero generalizar. Vayan por delante algunos ejemplos salidos directamente de mi experiencia personal porque ya dijo Sábato que lo que conmueve son los detalles, no las generalidades. El primer ejemplo es la facilidad con que todos aceptamos que las grandes compañías multinacionales se pasen por el forro lo de pagar impuestos mientras todos los demás apoquinamos sin chistar. Cada vez que leo cómo Amazon, Starbucks o Facebook se las apañan para ahorrarse auténticas fortunas facturando en países x, emitiendo los pagos desde z y recibiendo desde q, me pregunto por qué en vez de salir a la calle por chorradas no nos tiramos a la calle a protestar contra esta injusticia flagrante. Porque bastaría con que estos tipos pagaran impuestos como todo el mundo para que un montón de problemas, incluidos el hambre en el planeta y la educación universal, tuvieran remedio inmediato. Y aquí viene lo peor: ¿por qué todos los que somos plenamente conscientes de esta aberración seguimos dándoles dinero a los que nos roban? ¿Por qué? ¿Es masoquismo? ¿Negligencia? ¿Abulia? ¿Debilidad? ¿Por qué no reclamamos a nuestros gobiernos que lo hagan? ¿Por qué lo aceptamos con resignación fatalista? No puede ser. Cada vez que veo la cara de Zuckerberg, me dan ganas de cruzársela y de hacer que me firme un talón. Sin rechistar. Segundo ejemplo: estoy aparcando el coche (mal, como siempre) en un parking al aire libre de una pequeña ciudad francesa, Carcassonne. Y se me acerca un señor con pantalón de chándal, anorak y gafas y me entrega un folleto, con una amplia sonrisa. Haciendo eco a su sonrisa, sonrío a mi vez y le acepto el folleto porque yo soy mucho de agarrar folletos o lo que sea que reparta la gente en la calle. Pero la sonrisa solidaria se me queda atravesada en la cara cuando veo que en la portada del susodicho opúsculo están los rostros de Marine Le Pen y Salvini bajo el lema «nuestras ideas están arrasando en Europa». En el interior, un pobremente dibujado mapa de Europa señala el creciente número de países en que las ideas de estos señores están cuajando y sumando votos. Aunque el mapa está burdamente exagerado, da miedo verlo. El folleto acaba con una petición de dinero: si te identificas con nosotros, pasa por caja. El papel es indigno hasta para recoger la mierda de mi perro, pero decido emplearlo para tal menester. Es un parco consuelo, pero, llegados a este punto, presumo de que lo único seguro que nos queda son consuelos como estos.