Comparada con Michael Jackson, su hermana Janet podría parecer una artista menor. Nada más lejos. A sus 53 años, sus ventas rondan los 150 millones de discos y triunfa en Las Vegas con un nuevo espectáculo. La pequeña de la familia habla en esta rara entrevista de su infancia perdida, de sus relaciones fallidas, de su hijo y de los traumas que la acompañan. Por Matt Rudd/ Fotografía: Lorenzo Agius

Janet Jackson tuvo mucho éxito. Un éxito descomunal. Hace 30 años, su álbum Rhythm Nation pulverizó todos los récords. Estamos hablando de una de las artistas de mayor éxito de la historia, con cerca de 150 millones de discos vendidos. En 1996 firmó el contrato más lucrativo hasta la fecha: con Virgin, por 80 millones de dólares, con el que superó a su hermano Michael. Y, sin embargo, Janet nunca ha dejado de ser la segunda persona más conocida de su familia.

Las cosas han cambiado. Una década después del fallecimiento de Michael –el 25 de julio de 2009–, su legado se encuentra ensombrecido por nuevas acusaciones de abusos a menores, mientras que Janet Jackson está experimentando una resurrección. En marzo pasado, finalmente, entró a formar parte del célebre Museo Rock & Roll Hall of Fame, nada menos que 22 años después de que lo hicieran sus hermanos Tito, Marlon, Jackie, Jermaine y Michael, o sea, los Jackson Five. «Quería ganármelo por mí misma –dijo esa noche dirigiéndose a sus hermanos–. Vuestra hermanita pequeña también ha llegado».

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Janet y Michael son los dos Jackson que más discos han vendido. Juntos suman cerca de 500 millones de copias

Esta es la primera entrevista que concede a un medio escrito en muchos años. ¿Con qué clase de persona me voy a encontrar? ¿Con una chiflada? No lo descarto. Al fin y al cabo hablamos de una Jackson…

Janet nos recibe en Las Vegas, donde triunfa con su nuevo espectáculo, Metamorfosis. «No leo las críticas, ni buenas ni malas –comenta–. Quizá sea un error, pero es lo que hay. Además, estoy mejor que nunca. Tengo un hijo (Eissa, de 2 años) que es una maravilla».

Sin embargo, los 2 últimos años no han sido fáciles. Su tercer matrimonio, «propio de un cuento de hadas» –con un multimillonario catarí más joven–, terminó de mala manera poco después del nacimiento de Eissa. Su padre, Joseph Joe Jackson, murió el pasado verano y la polémica sobre su hermano sigue viva. Janet prefiere no hablar de las acusaciones contra Michael. Cuando le pregunto por el legado de su hermano, se toma su tiempo antes de responder. «Su legado seguirá vivo. Me encanta ver que los chavales continúen imitándolo, que los adultos escuchen su música. Es una muestra del impacto de mi familia en el mundo. Ojo, no lo digo con arrogancia. Solo constato una realidad. Todo se lo debemos a Dios, y yo me siento agradecida».

Janet Jackson: "El legado de mi hermano Michael sigue vivo"

Hoy, la maternidad la lleva a sentirse doblemente realizada. «Mis amigos me llaman ‘la supermujer’ –bromea–. Dios sabe que no lo soy. Pero Eissa me sirve de inspiración, me da energía». Janet tuvo a su hijo con más de 50 años y reconoce que ahora se lo toma todo con más calma. «No ensayo tantísimas horas como antes, porque quiero estar con mi pequeño».

Aquel padre dominante

La palabra ‘metamorfosis’ es perfecta para describir el momento vital que atraviesa Janet Jackson. La publicidad del espectáculo asegura que se refiere al camino que la ha conducido a quererse a ella misma, «sorteando los desafíos que ha experimentado durante el viaje».

El primero de todos los retos a los que tuvo que enfrentarse fue crecer sometida a las exigencias de un padre dominante. Janet era la menor de los nueve hijos de Joe, un obrero del metal, boxeador y músico de blues que trataba a su progenie como una inversión. «Me perdí muchas cosas de la niñez –responde cuando le pregunto por aquellos días–. Muchísimas de las diversiones de los chavales de mi edad. La gimnasia me gustaba mucho, pero no pude practicarla porque siempre estaba trabajando. Por fortuna contaba con mis hermanos. Mis mejores amigos».

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Con su padre en 1972. Janet debutó un año después con 7 años. Sus hermanos contaban ya con cuatro números 1

Su padre se comportaba con ellos como un instructor de infantería. Era implacable. Muchos de los hermanos Jackson han hablado de castigos corporales. Michael contó que, durante los ensayos del grupo, «siempre estaba observándonos, vigilante, con el cinturón en la mano. Si te equivocabas en una tontería, te hacía ver las estrellas. Era horroroso».
Janet ha confesado que su progenitor tan solo le pegó una vez, pero también que nunca le permitió que se dirigiera a él como «papá». Estaba obligada a tratarlo de Joseph, como para dejar claro que aquello era un negocio, no una familia.

Tú serás cantante

«La lucha fue dura», escribió la propia Janet el año pasado al relatar la depresión que sufrió a los treinta y tantos años. «La baja autoestima, muchas veces –decía–, tiene su raíz en complejos de inferioridad generados durante la infancia. Otras personas pueden hacerte sentir que estás obligada a cumplir con unas exigencias por completo desmesuradas».

«Nunca he dejado la espiritualidad. Siempre he tratado de encontrar respuestas a mis preguntas»

Un año después de la muerte del padre, Janet Jackson reflexiona sobre todo ello con más perspectiva: «Supongo que siempre hay padres que se fijan en los talentos de sus hijos y se empeñan en llevarlos por esa dirección. Sobre todo, si tus hijos están creciendo en una ciudad problemática. La música era una forma de mantenernos alejados de la calle. Mi padre se decía que había encontrado una salida para sus hijos. Una vida mejor. Y hay que agradecérselo a Dios».
¿Qué habría pasado si ella le hubiera dicho que el mundo del espectáculo no era lo suyo? Ríe sin alegría. «Se lo dije, y su respuesta fue: ‘De eso nada’».

Janet recuerda perfectamente el momento en que su carrera quedó sellada para siempre. «En casa de mis padres había un estudio de sonido donde grabábamos nuestras cosas a cualquier hora del día o de la noche. Yo había compuesto una canción y la grabé en varias pistas, tocando todos los instrumentos y hasta haciendo los coros. Una tarde volví del cole y me encontré a mis padres escuchándola a todo volumen. Yo tenía 13 años; creí morirme de la vergüenza. Pero mi padre dijo: ‘Tú vas a ser cantante’. Le expliqué que quería ir a la universidad y estudiar Derecho Mercantil, que pensaba costearme los estudios trabajando como actriz. Pero… nanay. Mi padre estaba convencido de que Dios me tenía reservado otro camino».

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Janet (dcha) y La Toya con su padre en 1983. Varios de los hermanos han hablado de sus castigos físicos. «Era horroroso», confesó Michael

¿Alguna vez habló con Joe sobre sus métodos, ejem, ‘educativos’ antes de su muerte? «Tengo la conciencia tranquila. Le dije todo cuanto necesitaba decirle. Y me siento agradecida por el tiempo que pasamos con Eissa, los tres juntos. Al final estuve a su lado».

Jackson puede mostrarse reservada en las entrevistas, pero siempre se ha expresado con claridad a través de la música. Su tercer álbum, Control (1986), fue el primero que lanzó con su propio representante artístico, sin Joe al mando. El disco salió tras la anulación de su primer matrimonio, otra relación marcada por la dominación, de la que se hablaba en el tema What have you done for me lately? (‘¿Qué has hecho por mí últimamente?’). «He asumido el control de mi vida», decía Janet por entonces. Liberada de su matrimonio y de la sombra paterna, por fin había encontrado su propia voz y plantaba cara a la masculinidad tóxica, antes incluso de que esa expresión fuera de uso común.

Liberarse del padre

«Fue una época difícil –asegura–. No es fácil decirle a tu padre que quieres seguir por tu cuenta y buscarte un nuevo representante. Lloré, fue muy duro. Hasta entonces, él siempre se había ocupado de que otros crearan algo para mí. Pero mi obra no terminaba de ser mía. No me gusta hablar así, pero tras liberarme conseguí ser la persona que era en realidad, mostrarme tal y como soy. Y desde entonces mis álbumes son una especie de diario personal».
Janet creció en la fe de los Testigos de Jehová y sigue siendo cristiana practicante. «Llegado a cierto punto, tienes que rendirte a Dios», dice. Para ella, actuar sobre el escenario es una experiencia catártica. «Todos hemos pasado por rachas complicadas. Es posible coger todo ese dolor y todos esos traumas por los cuernos y transformarlos en algo positivo. También puedes convertirlos en algo negativo; dejarte llevar por las drogas o el alcohol, con resultados nefastos. Yo he hecho lo posible por convertirlo en algo positivo».

«Se qué son los malos tratos físicos y los abusos de autoridad. No he terminado de superarlo del todo. El dolor sigue ahí»

Su cuarto álbum, aparecido en 1989 con el título Rhythm Nation 1814, la consolidó como superestrella, dejando atrás la etiqueta de «otra Jackson más». El disco incluía canciones de denuncia social, sobre la pobreza, el racismo y la injusticia. La inspiración le vino al ver un informativo. «Recuerdo que entrevistaron a una niña pequeña de una familia sin techo. Dormían todos juntos en el coche. La historia me llegó al alma. Los hermanos Jackson siempre nos esforzamos en hacer obras de caridad. Cuando yo tenía 10 u 11 años, mi hermano Mike y yo comprábamos comida para diez personas, subíamos al coche y buscábamos a gente sin techo a la que alimentar. Lo hicimos muchas veces. Me sentí abrumada al ver a aquella chiquilla en la tele. Y me propuse hablar de esas cosas».

Lo que piensan los niños

Han pasado 30 años desde entonces y pido su opinión sobre el actual estado del mundo. En lo tocante a las fuerzas reaccionarias asentadas en su propio país, Janet considera que «el cambio es inevitable». Y comenta que la última vez que estuvo en Londres se encontró con una manifestación de niños contra el cambio climático. «Los grabé en vídeo: me pareció maravilloso. Me estremecí al ver su empeño y su fuerza. Porque los niños tienen algo que decir en todo esto. Van a heredar este mundo y tienen perfecto derecho a expresar lo que piensan».

Janet es una pública defensora del movimiento #MeToo. En septiembre, en el Global Citizen Festival neoyorquino, dijo ante 60.000 espectadores: «Al igual que millones de mujeres, sé lo que es ser pisoteada, sé lo que es ser insultada. Sé lo que son los malos tratos físicos, los abusos de autoridad. Y me siento asqueada. Me enfurece la doble moralidad que insiste en que las mujeres han de seguir siendo ciudadanas de segunda categoría. ¡Basta ya!».

Janet prefiere no hablar de las acusaciones contra Michael. Solo apunta: «Los chicos lo imitan, los adultos oyen su música. Eso muestra el impacto de mi familia en el mundo»

Le pregunto cómo se las arregló para superar los abusos que sufrió en su vida. «Bueno, no he terminado de superarlos del todo, siguen ahí». La desintegración de su tercer matrimonio volvió a proporcionar carnaza a la prensa amarilla. «Te dices que todo esto no puede estar pasándote. Pero sí, te pasa. Y es importante que los otros lo sepan, tan importante como reconocer que tu vida no marcha bien. Puede resultar difícil, pero estás obligada a afrontar el problema».

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En el año 2004, 144 millones de espectadores vieron su pezón al aire en la Superbowl: el escándalo, que llegó hasta la Corte Suprema, hizo tambalear su carrera

Janet no dudó en pedir ayuda profesional. «Conozco a muchas personas que no están convencidas, que piensan que la ayuda psicológica es una superchería. Pero vale la pena probarlo. Aunque sea de forma puntual, te ayuda a salir adelante». También se aferró a sus convicciones religiosas: «Nunca me alejé de la espiritualidad. Siempre he tratado de encontrar respuestas a mis preguntas. Dios sabe lo que anida en nuestros corazones».

Pero sobre todo se aferró a la música. Janet se ha valido de ella para sobrevivir a un padre tiránico, a matrimonios tóxicos, a la polémica existencia de su hermano… «Lo principal es disfrutar al máximo de la vida. Me quedan cosas por hacer, pero si no llego a hacerlas… pues bueno. Ahora tengo un hijo maravilloso. Es la luz que me ilumina».

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